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La Violencia de Género en Honduras: Desigualdad, Impunidad y Ciclos de Abuso

Actualizado: 7 may

Por: Abg. Andrea Alemán - Máster en Migración Internacional y Relaciones Étnicas La violencia de género es una de las problemáticas más graves y persistentes en Honduras. Este fenómeno se manifiesta de diversas formas, incluyendo pero no limitándose a:  feminicidio, discriminación, tráfico humano y diferentes tipos de violencia doméstica, psicológica, financiera y sexual (Gonnella-Platts & Villatoro, 2021). Aunque la violencia de género puede afectar tanto a hombres como a mujeres, su impacto es desproporcionadamente mayor en el 50.1% de la población femenina en el país, especialmente en mujeres y niñas de 15 a 29 años (ibid:3; Swiss, 2022). Estas manifestaciones de violencia reflejan desigualdades estructurales que perpetúan ciclos de abuso, discriminación e impunidad. Además, las dinámicas sociales, económicas y culturales en el país contribuyen a la vulnerabilidad de las mujeres, limitando su acceso a la justicia y a condiciones de vida dignas. A pesar de los esfuerzos internacionales y locales por erradicar la violencia de género, las mujeres en Honduras siguen enfrentando serias barreras para vivir en un entorno seguro y libre de violencia.

A pesar de que las mujeres constituyen el 51.7% de la población hondureña de 10.5 millones, el país ocupa el segundo lugar a nivel mundial en violencia contra ellas, con una muerte violenta femenina reportada cada 18 horas (Matheu, 2020; ASJ, 2020; Gonella-Platts & Villatoro, 2021). Además, como reflejo de la alta tasa de impunidad, solo se han producido 15 condenas legales desde que el feminicidio fue tipificado como delito en 2013, de los más de 7,000 casos de feminicidios reportados (Ávila, Bobadilla, et al., 2022), lo que resalta la falta de responsabilidad para los perpetradores y un mensaje subyacente en la sociedad de que dicha violencia es tolerada por el Estado y no será castigada (ibid).

Asimismo, los informes internacionales del país muestran que, dentro del contexto de una sociedad patriarcal y una economía basada en la agricultura, las dinámicas de las relaciones de poder de género han limitado las oportunidades de empleo para las mujeres y han dificultado su independencia económica (TWBIH, 2023; Lomot, 2013; Ziff, 2019). Como resultado, Honduras tiene una brecha de género del 27.8% y una tasa de desempleo femenino del 54.1%, lo que obliga a la mayoría de las mujeres a depender de los hombres para mantener los estándares mínimos de vida en su ya empobrecido contexto (Matheu, 2020; Ziff, 2019). Esto, a su vez, lleva a una mayor victimización, ya que, en su intento por buscar oportunidades laborales, las mujeres se desplazan a las principales ciudades, donde son atraídas bajo falsas promesas de trabajo para luego convertirse en víctimas de trata de personas o ser objeto de abuso sexual por parte de miembros de pandillas (Lomot, 2013; Surupa, 2021).

Lamentablemente, la violencia sexual también se propaga silenciosamente dentro de los hogares hondureños, y abarca desde el abuso infantil hasta la violación por parte de hombres o individuos conocidos (ONV, 2021). Según el Observatorio Nacional de la Violencia (ONV), el 79% de las mujeres que fueron víctimas de delitos sexuales reportaron que su agresor era una persona conocida (ibid). Como agravante, las mujeres tienen pocas alternativas para afrontar las consecuencias de sus agresiones sexuales, ya que Honduras es uno de los cinco países americanos que tiene una prohibición absoluta contra el aborto, y solo recientemente, en marzo de 2023, se legalizó la anticoncepción de emergencia [píldora del día después] (Ziff, 2019; Suazo, 2023). Estas restricciones sistémicas sobre la autonomía corporal se evidencian en el Informe de Human Rights Watch (HRW, 2022) sobre la tasa de natalidad adolescente en Honduras, que revela que entre los años 2004 y 2020, la tasa de natalidad en niñas de 15 a 19 años fue de 89 por cada 1,000. En comparación, el promedio regional es de 61 y el promedio mundial es de 41 por cada 1,000 (HRW, 2022). Por lo que, en este contexto de violencia de género, las mujeres hondureñas se ven continuamente obligadas a enfrentar tres opciones: denunciar y enfrentar la incredulidad, quedarse y arriesgarse a más violencia, o huir (Gonnella-Platts & Villatoro, 2021).

Es por ello, que la violencia de género en Honduras no solo refleja la vulnerabilidad de las mujeres, sino que también pone de manifiesto la ineficacia de los mecanismos institucionales para protegerlas y garantizar su acceso a una vida libre de violencia. La impunidad, la falta de justicia y las profundas desigualdades económicas y sociales refuerzan la persistencia de estos problemas. Las mujeres en Honduras se ven atrapadas en un ciclo de violencia donde, al no contar con las condiciones necesarias para denunciar y obtener justicia, muchas optan por el silencio, la sumisión o la huida. Esto no solo afecta su bienestar físico y emocional, sino que también limita su potencial para contribuir al desarrollo social y económico del país. Es urgente que se implementen políticas efectivas que promuevan la igualdad de género, la justicia para las víctimas y la creación de oportunidades reales para las mujeres, para romper este ciclo de violencia y ofrecer un futuro más justo y seguro para las próximas generaciones

 
 
 

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